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ARTÍCULOS DE OPINIÓN SOBRE LA AGENDA CULTURAL DE ACTUALIDAD

PAULINO TORIBIO

RESPONSABLE EDITORIAL

COLABORADORES
P.Flórez/Luis Melián/ Paul Boiroti/Candelaria R.Afonso/Gracia Terrén
MADRID-MURCIA-VIENA-LAS PALMAS

REFLEXIÓN: LUIS MELIÁN

“Johann Sebastian Bach”:

Espiritualidad agnóstica”



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foto: dids©



 Cuando nací mi padre se quitó la camisa para que me envolvieran en ella, me separaron de mi madre para siempre y quedé solo entre las luces y las sombras de la caverna buscando el resto de mis días una explicación para aquello que llamamos “realidad”.

 

 Decían que las embarazadas dormían recostadas sobre el lado derecho y comían carne y cosas calientes para parir un hijo varón; que las madres masajeaban sus pechos con agua jabonosa para que viniera la leche y que refrescaban sus cuerpos con paños de agua para bajar la temperatura; que endurecían los pezones con cáscaras de nuez; que las alejaban de la melancolía para no entristecer a sus hijos, aún por nacer; y que luego los destetaban untando los pechos con ajo y cebolla.

 

  Me contaron que la caja del muerto, el primer muerto que vi en mi vida, la habían colocado así, en el salón de la casa, cruzándola para formar una cruz con las vigas del techo; que ataron su cadáver de pies y manos para que el alma volase y el cuerpo quedase bajo tierra; que los perros habían anunciado aquella muerte ladrando en la medianoche; que el luto de su mujer iba a ser “para toda la vida”; que desde entonces el día de Todos los Santos taparían con barro la cerradura de la puerta de la casa para que no entraran las ánimas malignas; que las mujeres de la familia vivirían el resto de sus días pensando que el difunto podía aparecer ante ellas porque había dejado cosas por hacer en este mundo; y que el temor a que apareciera les impediría dormir.

 

  Mi abuela materna me llamaba “el hombrecito de nuestra casa”, y nunca dejó de recordarme que andaba como mi abuelo, al que no conocí. Y contaba que el abuelo siempre decía: “Hay que ser fuertes”, y mi abuela y mi madre lo repetían sin darse cuenta.

 

  Johann Sebastian Bach tenía una mirada penetrante y un rostro que mostraba su gusto por las cosas buenas de la vida. Su música, una exploración abrumadora de lo que significa “Ser Humano”. Sin la música, el hombre es poco más que una piedra.

 

  Cuenta Sir John Eliot Gardiner que, como compositor, Bach canaliza la frustración y la decepción vital, y que está dotada de una inmensa calidad consoladora, un bálsamo en nuestro luto ante la muerte. “En medio de la vida estamos muertos”, cantó Bach, un niño de nueve años, al enterrar a sus padres.

 

  Con el violín, en la manera que la voz humana no puede, Bach expresa lamentación, pesar, arrepentimiento y horror, pero llevado a un plano espiritual lleno de compasión y de perdón.

 

  Bach une las brechas de los músicos que le precedieron y ayuda a escuchar la voz de Dios. Pero en forma humana, alisando las imperfecciones de la humanidad en la perfección de su música, una música que revela la profunda simpatía que sentía por quienes sufren o se sienten tristes de un modo u otro, o por quienes luchan con sus conciencias o sus creencias.

 

  Pero más que ninguna otra cosa, oímos su alegría y el placer que siente al celebrar las maravillas del universo y los misterios de la existencia. Su obra se encontraba orientada en su totalidad, de un modo u otro, hacia lo espiritual y metafísico, celebrando la vida pero también trabando amistad con la muerte y exorcizándola.

 

  Perplejo, el agnóstico confeso aplica el axioma fundamental de la ciencia ante las maravillas del universo y los misterios de la existencia, y llega a lo “absoluto”, especialmente en lo relativo a la naturaleza y la existencia de Dios, de la mano de la razón.

 

  Bach es un científico que usa la música. En su carácter devocional, Dios se halla siempre presente con su gracia. Y el esplendor y la maravilla de su obra convencería por sí misma al agnóstico perplejo de que existiese un Dios, si es que estuviese inclinado a creer en ello…

 

Luis Melián – febrero 2023

LUIS MELIÁN


 "...Bach une las brechas de los músicos que le precedieron y ayuda a escuchar la voz de Dios. Pero en forma humana, alisando las imperfecciones de la humanidad en la perfección de su música, una música que revela la profunda simpatía que sentía por quienes sufren o se sienten tristes de un modo u otro, o por quienes luchan con sus conciencias o sus creencias.

 

  Pero más que ninguna otra cosa, oímos su alegría y el placer que siente al celebrar las maravillas del universo y los misterios de la existencia..."


foto: NUR YILMAZ©


REFLEXIÓN: LUIS MELIÁN

 “ Savall el despacioso””



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